Ecos del ayer…
Mis pasos de hacían ecos con efigies de tiempos extraños, las brisas juguetonas se ocultaban detrás de los arboles en las calles vacías alumbradas por el faro lunar, como pálida sonrisa de los cielos.
El recuerdo hacía presa de los ídolos añejos, el amor marchito se delineaba como una sutil gota en mis ojos de mar. Tu bizarra silueta se alcanzaba a vislumbrar en la soledad de mi mente, el pensamiento es sometido a las necesidades de mi cuerpo y te busco queriendo entregarme de nuevo a tus delirios, divagar por las nubes borrascosas del recuerdo que te trae ante mí.
Puedo ver esa lánguida figura desvanecida por las partículas de lluvia, unos ojos cristalinos poseedores de la inteligencia inmortal, merodean en mi piel desnuda y fría, una piel dormida en espera de la caricia voraz.
El aire de tu cuerpo al acercarse a mi desorienta mis sentidos, dejo de pisar en tierra firme y me dispongo a volar en tus caricias. Detienes tu nariz esquimal en mi puerto helado, frotas tu piel con la mía invitándome a danzar contigo al compas del nocturno y su piano, al vaivén del violín y sus pasiones rojas.
El pétalo de tus manos estremece mis hombros bajándose a mi cintura, receptora de tu energía, de tu boca de miel. Bésame con la suavidad del viento otoñal para que el sabor a selva negra se esparza dentro de mí. Cual sauce llorón mecido en otoño, es mi cuerpo mecido por el tuyo, rodeas mi ser hundiéndome en tus brazos; delicadamente tomas mi mano entre las tuyas, la llenas de besos con un amor y respeto solo visto en los tiempos viejos.
Los suspiros se escapan de la prisión ancestral en busca de tus labios etéreos. Nuestras miradas que callan se lo dicen todo, la vida misma hace una pausa reverenciando nuestro encuentro, el iceberg de mi corazón vuelve a latir, por un instante regresa el calor, la vida pintando la realidad de un violeta musical.
¿Acaso éste nuevo encuentro será el renacer de nuestra historia? O simplemente serán jugarretas de mi mente prisionera de ti, del perfume apasionado que en algún tiempo me doblego a tus deseos. Cada sábado éramos uno y a cada vibración del cuerpo descubríamos húmedas profundidades, ahogándonos en bocanadas de febriles deseos, sucumbiendo a las delirantes sensaciones de tu lengua en mí, saturándonos el uno al otro con el orgásmico aliento de la vida…
El silencio anuncia la entrada de la realidad, ilumina mi habitación vacía, solo era un recuerdo traído por mi mente, mi mente que sucumbe a la carne pegada a mi, reacción alucinante venida con el aire lunar, nacida de mi piel de luna. Es entonces cuando tu imagen se disipa con las gotas de agua del cristal empañado de la ventana y los pálidos rayos del sol me traen también la tortura de extrañarte.
Vesania Nocturm
jueves, 26 de agosto de 2010
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